Por Lara Guerrero | Consultora en Comunicación Estratégica

Hay momentos en que el silencio estratégico es más poderoso que cualquier declaración pública. Y no porque uno no tenga nada que decir, sino porque no todo debe decirlo quien lidera.

Desde hace meses, cada lunes, el presidente Luis Abinader se presenta frente a la prensa en “LA Semanal”, un ejercicio de transparencia y cercanía que nació en un tiempo cuando el país necesitaba dirección, proximidad y certeza (además de una estrategia sumamente y totalmente innovadora, excepcionalmente original y completamente inventiva para el tiempo de reelección que fue cuando salió). Pero hoy el contexto es otro. Y lo que antes fue símbolo de apertura y visibilidad, hoy amenaza con convertirse en un error táctico de desgaste presidencial.

El Presidente no debe ser vocero de todos los temas. En un ecosistema de comunicación institucional funcional, los mensajes se distribuyen jerárquicamente: Los ministerios informan; los voceros técnicos explican; el Presidente dirige.

Cuando el presidente encabeza semanalmente todos los discursos, pierde una de sus herramientas más valiosas: la reserva simbólica.

No se puede liderar con autoridad si uno se ve obligado a responder, justificar o aclarar cada crítica, cada problema, cada bache. Se debilita el impacto. Se diluye el liderazgo. Se erosiona la figura.

La sobreexposición es un error de cálculo. Hay quienes piensan que comunicar más es comunicar mejor. Pero no es así. La comunicación estratégica no es una maratón de respuestas, sino una danza de tiempos, contextos y silencios. Y en este momento —con crisis abiertas en tantas áreas — exponer al presidente semana tras semana no suma. Resta.

Resta margen de acción. Resta legitimidad. Resta autoridad. Y lo convierte, injustamente, en el rostro de todos los errores del sistema. Hay valor en guardar la voz presidencial. Un presidente debe intervenir cuando el país necesita dirección clara, cuando hay que asumir responsabilidad política o levantar el ánimo de una nación.

No para ser desmentido. No para dar cifras técnicas. No para corregir voceros. No para ser expuesto y a veces con intenciones de ridiculizarlo. Cuando se usa su imagen para todo, su palabra deja de tener impacto. Y peor aún: lo convierte en blanco fácil para quienes buscan protagonismo, conflicto o desgaste electoral.

Lo simbólico también comunica. Insistir con “LA Semanal” en medio de tantos fuegos abiertos proyecta una señal equivocada: la de un gobierno a la defensiva, sin estructura institucional sólida, donde todo depende de una sola figura.

Y en política, eso es peligroso. Porque cuando el liderazgo no delega, se asfixia. Cuando no se protege, se agota.

¿Qué hacer entonces?

Sí, el país necesita comunicación. Pero no todo debe pasar por el Palacio. No todo debe salir de boca del Presidente. Es momento de reforzar a los portavoces técnicos, empoderar a los ministerios, devolverle la voz a las instituciones y reservar la voz del Presidente para lo que realmente importa: marcar el rumbo.

Como especialista en comunicación estratégica y manejo de crisis, creo firmemente en el poder de hablar diferente. Pero también en el poder de saber cuándo no hablar.

LA Semanal tuvo su valor. Pero hoy, ya no comunica apertura. Comunica exposición innecesaria. Y si algo debe cuidar un presidente, es su capital simbólico. Ese que no se construye con likes, sino con visión, coherencia y carácter.

¿Y tú qué opinas? ¿Debería continuar La Semanal como está? ¿Qué ajustes propondrías tú como ciudadano, comunicador o líder? Déjame tu opinión en los comentarios o escríbeme directo. Me encantará leerte.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí