Por Yasser Marmol*
Últimamente, he estado pensando mucho en una práctica que veo crecer silenciosamente en la industria. Le puse nombre para poder entenderla mejor: marketing de escritorio.
Es cuando las decisiones de marca se toman lejos del consumidor. Cuando la estrategia se arma a partir de un informe de tendencias descargado en PDF, una tabla de resultados de un focus group al que nunca asistieron o unos dashboards que se actualizan solos.
Y ojo, no estoy en contra del dato. Pero sí me preocupa cómo muchos mercadólogos jóvenes —y no tan jóvenes también— están perdiendo el hábito de salir a la calle, de escuchar, de observar. De sentir de cerca al consumidor.
Hoy se subcontrata todo: la investigación, los hallazgos, incluso la interpretación. Y luego, desde la comodidad de una oficina, se decide qué decirle a la gente, cómo hablarle, qué tono usar.
Pero… ¿cómo vamos a construir marcas relevantes si no nos tomamos el tiempo de entender, de verdad, a quién tenemos del otro lado?
Lo he vivido muchas veces. He visto cómo se reciben briefs que parten de insights que no emocionan a nadie. Proyectos donde todo está “bien pensado”, pero que no mueven ni una ceja. Porque el fondo está vacío, aunque la forma esté perfecta.
No se trata de romantizar el trabajo de campo. Se trata de recordar que el marketing, en su esencia, es empatía. Y la empatía no se delega.
A veces, la mejor estrategia no nace en un salón de reuniones, sino en una conversación informal en una peluquería, en la fila de un banco, o viendo cómo alguien elige su café o se bebe su cerveza en el colmado.
Desde Liquid, quiero que sigamos construyendo estrategias con los pies en la tierra. Que no nos dé miedo ensuciarnos los zapatos, ni hacer preguntas incómodas. Porque solo entendiendo mejor a la gente, vamos a crear campañas que de verdad importen.
Porque la creatividad necesita más calle… y menos Excel.
*Tomado del LinkedIn de Yasser. Yasser es mercadólogo. CEO de Liquid