Por Franklin Vásquez* Publica cada jueves en El Dinero
N&M | Fuera de algunos conatos de incendio y crisis poselectoral que ha conocido la sociedad dominicana en los últimos 50 años (1978, 1990, 1994), lo cierto es que en ese tiempo el país ha tenido continuidad del Estado y sus instituciones, mal que bien, han seguido funcionando y mejorando.
Pero esto no es fortuito pues el Estado dominicano ha sido, históricamente, es y seguirá siendo un ente regulador del mercado, solo que una cultura engañosa promovida desde las políticas públicas y las acciones partidarias, condujeron a pensar que el Estado lo es todo en un país pequeño, pobre, otrora dependiente de la producción agropecuaria, y con una población analfabeta funcional, a pesar de la cháchara política que la sacó del mundo de los iletrados a partir de la implementación de programas electoreros que abultaban la nómina pública.
El Estado es, en lo estricto, una estructura económica, jurídica y política de dominación, independiente en lo exterior e interior, con medios de poder propios, que organiza la cooperación social territorial con base en un orden legítimo (Heller, H., s/f). Larrolet, C. y Mochón, F. (1995) afirman que el creciente protagonismo del sector público del siglo pasado, y del actual, se ha concretado por la asunción de una serie de actividades que van desde el desarrollo de un marco legal, para proteger la economía de mercado, hasta la preocupación por estabilizar la macroeconomía.
A partir de este enfoque, se le otorgan al Estado las siguientes funciones básicas:
- Regulación de las transacciones entre los agentes de la economía;
- Ofrecer y comprar bienes y servicios y realizar transferencias de acuerdo con las necesidades de la gestión pública;
- Establecer impuestos;
- Promover y garantizar la estabilidad de la economía;
- Redistribuir el ingreso y,
- Procurar la eficiencia económica.
Otros autores asignan tareas al Estado vinculadas al mantenimiento de la seguridad ciudadana y la soberanía nacional (Gutiérrez, L. 2019).En ese escenario, la libertad de elegir, tanto desde el punto de vista de los productores -qué, cuándo y cómo producir- como desde la óptica de los consumidores -qué comprar y cuánto- es un elemento esencial que debe garantizar el Gobierno para posibilitar que una sociedad avance, mejore y, en definitiva, se desarrolle. Es por esto que no cualquiera debe estar al frente de la gestión de la cosa pública.
De manera particular, el Gobierno del Estado dominicano debe ser administrado y gestionado por un verdadero gerente, que vaya a la administración pública a trabajar como el primer y más importante empleado público. En este momento histórico que vive el país, es necesario, conveniente e imprescindible mirar hacia adelante, apostar a un futuro sin corruptos y sin corruptores, en adición a la permanencia de una justicia independiente.
En definitiva, bajo la actual coyuntura, se precisa de alguien que ofrezca confianza, con genuino liderazgo en la sociedad, limpio de culpa, con la entereza y la capacidad de tomar decisiones en los momentos aciagos y con la disposición de negociar cuando el tiempo lo amerite.
Este próximo 19 de mayo debemos elegir un buen conductor de la economía, con respuestas oportunas para los ciudadanos, con la cabeza fría y el corazón caliente, dispuesto a mejorar la calidad de vida de la gente. Si piensas que Luis Abinader Corona tiene las características enumeradas anteriormente, entonces, tu voto debes colocarlo en la casilla en donde aparezca su rostro y no en otro lugar.
*Vásquez es economista, CEO de Cyfras Consultores y CYEDEN. Es productor y conductor del programa Visión Empresarial.